2001: A Space odyssey. Stanley Kubrick (dirección y guión), Arthur C. Clarke (guión). 1968, EEUU y Reino Unido.
Siempre se vuelve a 2001. Hace poco conversaba vía Facebook con el periodista y escritor uruguayo Pablo Silva Olazábal, que estaba ligeramente confundido con respecto a la relación novela-película de la obra maestra de Kubrick, en tanto creía, parecía a primera vista, que la película estaba "basada" en la novela publicada también en 1968 por Arthur C. Clarke, lo cual, se sabe, no sucedió de esa manera, ya que libro y película fueron escritos más o menos al mismo tiempo (aunque Clarke terminó primero la novela). Ambas obras, de todas formas -y aquí está lo que quizá quería decir en verdad Olazábal-, tomaron como punto de partida un texto anterior, un relato de Clarke titulado "El centinela" y publicado en 1948. Esta nota, entonces, se propone dar unas vueltas a la relación entre película y novela (novelas, ya que Clarke expandió la historia escribiendo tres libros más) con el cuento, y, de paso, a las diferencias más fáciles de ver entre las tramas de ambas (dejando de lado la más que notoria sustitución de Júpiter, en la película, por Saturno, en la novela, gesto del que Clarke se arrepintió a lo largo del resto de su serie novelística sobre los monolitos).
Se puede comenzar por el final: el célebre feto cósmico. Es fácil leerlo como una alusión al nacimiento del superhombre, por llamarlo de alguna manera. El astronauta Bowman ha atravesado el infinito (recordemos el título de la última sección de la película: "Jupiter y más allá del infinito" -o quizá "Júpiter y, más allá, el infinito") y vuelto a nacer. Este final es todo sugerencia, por supuesto; evidentemente es dificil que se nos convenza de que ese feto gigante está realmente allí orbitando la Tierra, por lo que se vuelve tentador meterse en el territorio de la interpretación. Bowman, cabe pensar, ha mutado, ha trascendido la condición humana y ha renacido, y eso se nos muestra, se nos sugiere, a través de una suerte de metáfora visual. ¿O no? En cualquier caso aquí va una de las primeras diferencias que quiero señalar entre la novela y la película: Clarke nos ofrece una interpretación, hace moverse a Bowman -que realmente está allí, orbitando la Tierra, aunque no se lo describa como un feto-, quien desvía unos misiles y por lo tanto interviene -él, que fue humano- en la historia humana. A la vez, en las secuelas nos explica con claridad que lo que sucedió después de que Bowman abandonó su nave y se internó en el monolito (entendido ahora claramente como una suerte de sistema de transporte) fue que Bowman evolucionó, que, gracias a los creadores del monolito, el astronauta se ha convertido en más que humano. Clarke, como buen escritor de ciencia ficción dura, necesita explicar, necesita eliminar las opciones metafísicas (por llamarlas de alguna manera); por eso, claramente, sus novelas son inferiores a la película de Kubrick, al menos en cuanto a su potencial de significados.
En cualquier caso, la idea de un humano "asistido" por inteligencias alienígenas (o la de la humanidad asistida por un trans-humano) no es ajena a la película; al comienzo vemos precisamente eso: un monolito negro aparece entre unos homínidos y, después de un tiempo indeterminado, estos ancestros de la humanidad descubren el uso de las herramientas y las armas. Cabe interpretar (aunque es un poco post hoc ergo propter hoc: estamos tentados a creer que el misterioso monolito es la causa de la invención de las armas) que algo (digamos los "extraterrestres", pero también cabría pensar, por qué no -la película lo permite, por supuesto-, en la divinidad, o cabe pensar, aunque sea la opción más aburrida imaginable, que ese monolito no es sino otra metáfora visual) ha plantado el monolito para que influya en los homínidos y los haga "evolucionar" hacia la conciencia y la inteligencia (inseparable, cabría pensar, del uso de herramientas para modificar el entorno). Clarke, una vez más, se encarga de decirnos eso claramente: uno de los homínidos (que incluso recibe un nombre, Moonwatcher, lo cual es un poco gracioso, a mi entender, dado que para que un homínido que no ha desarrollado aún el idioma tenga nombre es necesario un narrador, y Clarke parece no darse cuenta de que ese gesto llama la atención sobre algo que no le interesa hacer: darle espesor a la voz que narra su novela) mira en el monolito una suerte de "transmisión" destinada a la mejora de su mente, como si el misterioso artefacto negro fuese una suerte de pantalla de televisión.
Pero pensemos de nuevo en el feto cósmico: un feto requiere una placenta que lo nutra, por lo que ese contacto con entidades interesadas en la evolución humana parece reafirmarse también al final de la película. Algo -¿el universo?- está nutriendo a ese nuevo humano evolucionado, a ese niño estelar. Más allá de que creamos o no que hay algo más bien material y no tan simbólico o metafórico en ese feto gigantesco, Kubrick, repito, se encarga de sugerirnos que algo o alguien puede todavía estar nutriéndolo.
En "El centinela", el ur-texto de la película y las novelas, nada de esto sucede. El equivalente del monolito, de hecho, es un artefacto sepultado en la Luna, cuya función aparece como simplemente enviar una señal a través del espacio apenas los seres humanos hayan desarrollado la tecnología necesaria para desenterrarlo. Si bien en 2001 esto aparece con cierta claridad (en la escena del crater lunar y la Anomalía Magnética Tycho 1, que resulta tan importante a la hora de ponerse a pensar por qué pudo haber enloquecido HAL9000), es evidente que uno de los temas que sirven de eje a la película -el de la evolución asistida, digamos, que conecta la primera y la última de las secciones- es precisamente lo contrario. En lugar de esperar a que los humanos lleguen a la Luna, como los alienígenas de "El centinela" y su alarma cósmica (pase lo que pase después: comité de recepción, vendedores de la enciclopedia galáctica en la puerta, testigos de Jehová interestelares o un pequeño ejército enviado a aniquilar), los de 2001, en cambio, se encargan de propiciar esa llegada (algo parecido a lo que sucede en Prometheus); también han dejado, cabe suponer, un monolito destinado a notificar la llegada, pero es muy diferente pensar que los alienígenas han guiado la evolución humana que pensar que, simplemente, se han limitado a poner una suerte de alarma cósmica. Clarke, en la más senil de sus secuelas de 2001 (la última, 3001; la más pintoresca es, sin duda, 2061, al menos en cuanto a sus escenas en Europa, el satélite de Jupiter), nos dice -insisto en esto: nos lo dice, no lo sugiere- que los alienígenas, en realidad quieren destruir a la humanidad y que el monolito era, apenas, un sistema de alarma. Evidentemente acá lo que pasó es que el viejo Clarke se olvidó de Kubrick (o quiso despegarse de la sombra de un artista superior a él) y regresó a su cuento de 1948; si pensamos, entonces, en la saga completa de las novelas de Clarke -2001, 2010, 2061 y 3001-, la historia es más o menos así: ciertos aliens propician la evolución humana, guían a los humanos hacia el espacio, convierten a uno en una suerte de entidad intermedia entre ellos y la humanidad no evolucionada, propician la evolución de seres inteligentes en otras regiones del sistema solar (Europa, como se ve en 2010 y 2061) y, finalmente, intentan destruirlos. Quizá valga la pena omitir lo que se desprende de 3001 (con su final a la Independence day y todo), pero me parece más interesante retener la idea de que Clarke lo que termina por hacer es podar el árbol posible de 2001 y ofrecernos una saga bastante tonta -al menos en comparación con otras grandes ficciones de la superación o evolución humana, como Más que humano o, por supuesto, la monumental Dune. En otras palabras: si la película de Kubrick se expande a innumerables interpretaciones, la saga de Clarke hace el movimiento contrario: libro tras libro va acotándose, reduciéndose, hasta la irrisión final. Pero ¿quién se acuerda ahora de Clarke? Pronto, me parece, ni los fans de la CF lo van a leer con el mismo entusiasmo que, digamos, se lo leía hace 30 años (que, a su vez, es una versión muy reducida de su recepción entre 1940 y 1960). Y es una pena, porque implicaría olvidar novelas tan maravillosas como El fin de la infancia, donde Clarke sí se toma un poco más en serio el tópico de la evolución futura de la humanidad, o La ciudad y las estrellas, quizá su obra maestra, o esa novela comparativamente menor pero deliciosamente melancólica que es Cánticos de la lejana Tierra.
Alguien dijo que la reacción de Kubrick a las quejas sobre que su película era ininteligible fue que eso era el efecto esperado, y que quien creyese haberla "entendido" al primer visionado, seguro se equivocaba. Es fácil imaginar a Clarke, en última instancia un científico, un tipo orgulloso de haber realizado ciertas predicciones de corte científico-tecnológico, apartándose de esa actitud; debía hacerlo, de hecho, si quería mantenerse en su perfil intelectual y literario. Quizá la escritura de las tres novelas que siguieron fue su manera de reafirmar lo poco que tuvo que ver con la apertura de significados de la película de Kubrick. ¿O quizá él estaba seguro de que la película quería decir eso y sólo eso? Es imposible dar una respuesta, por supuesto, pero sería un poco desatinado pensar que Clarke no fue capaz de entender que 2001 fue pensada -entre otras cosas- como una máquina de sugerir, tanto en imagen como en sonido como en historias; en última instancia, película y novelas pueden ser pensadas, platónicamente, como dos sombras diferentes del mismo arquetipo. O, también, cabe pensar que las novelas están contenidas en la película, que son un recorte de la película, y que en la obra de Kubrick hay mucho más. Conclusión provisoria: dentro de la obra de Clarke, en cualquier caso, hay que quedarse con "El centinela".
lunes, 30 de septiembre de 2013
2001, libro y novela(s)
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lunes, 16 de septiembre de 2013
El regreso de un dios
ドラゴンボールZ 神と神 (Dragon Ball Z: la batalla de los dioses). Masahiro Hosoda (dirección),
Yūsuke Watanabe (guión). Japón, 2013.
Yūsuke Watanabe (guión). Japón, 2013.
No es fácil explicarle el
encanto de DBZ a quién no conoce nada sobre la serie. Hay algo demasiado
poderoso, oculto tras un velo de inocencia y personajes que tocan sentimientos
básicos sin perder personalidad o gracia. Hablan de amistad, familia, orgullo,
maldad, sabiduría, sacrifico y legado con poderes capaces de destruir planetas
enteros en cuestión de segundos… y me estoy quedando corto.
Dieciocho años es mucho
tiempo para los fanáticos, más cuando reciben una continuación apócrifa (con
poco gusto a “Z”) y un revival
abreviado de una serie que consta de 291 capítulos, y que ya hemos visto más de
una vez, a fuerza también de no tener más nada, ni siquiera esperanzas de un
regreso.
Pero todo eso cambió este
año con la llegada de La Batalla de los Dioses.
Todos los personajes han
vuelto a su forma original. Nada de nuevos diseños ni cortes de pelo que no
existe. ¡Esto es Dragon Ball Z! Independientemente de la trama, volvemos al
mundo que todos reconocemos, volvemos a casa. No tengo intenciones de derribar
a Dragon Ball GT y pegarle patadas en el piso, hasta me atrevo a decir que
algunos de sus condimentos no saben tan mal, pero todos sabemos que la letra
más poderosa y nostálgica se ubica la final del abecedario.
Ahora, esta película es
para los fanáticos y nada más que para ellos. No es la mejor OVA de la serie,
está lejos de serlo. La acción no es el ingrediente principal, por el
contrario, para tratarse de Dragon Ball hasta podríamos decir que está muy
alejada de la formula destructiva. Aquí predomina el humor y el constante
agasajo hacia los viejitos seguidores de la serie. Casi todos los personajes
tienen su momento o aparición fugaz. Referencias y guiños que, si poco conocen
sobre los guerreros Z, no entenderán nada, pero disfrutarán de una animación de
una calidad soberbia y fluida (aunque dudo de la capacidad de envejecimiento de
algunos 3D).
La trama se centra en el
personaje de Bills, conocido como “El Dios de la Destrucción” que sale en busca
del “Saiyajin Dios”, a quién pudo ver en sueños, para así retarlo en combate. Un antagonista
claramente inspirado dioses egipcios (Seth y Sekhmet más específicamente), con
un desarrollo adecuado para una cinta de menos de una hora y media de duración.
Con un final inesperado, el cual generará un montón de negativas, pero
sumamente acertado para lo que pretende ser esta película: una ventana de lo
que vendrá. Un tráiler de más de una hora que promete un regreso, pero comienza
con un mensaje implícito para los fans: “disculpen el retraso de más de una
década, les dejamos algo para ir haciendo base, pero todavía falta para el
plato principal”.
Con Internet, el mundo
del animé se ha vuelto sumamente accesible, descubriendo series que trascienden
lo infantil o su carácter de “dibujito”. Hoy en día, el vecino hipster de bigote utiliza la palabra shinigami para describir cualquier cosa
que quiera hacerla sonar cool, pero
poco entienden de la magia que se inició en los 80s y, definitivamente, no
entenderán La Batalla de los Dioses.
Les repito que esta no es
la mejor OVA de la serie hasta la fecha, aunque quizás la más inteligente de todas, pero caer en esa premisa nos aleja del
mensaje real de esta cinta. Como decía McLuhan: “el medio es el mensaje”; y
esto se aplica perfectamente. La Batalla de los Dioses es el mensaje aquí. Un
mensaje que deja en claro que los verdaderos fanáticos están siempre ahí, como
perros fieles que esperan la vuelta del amo, que DBZ no desapareció, que esto solo
sea el comienzo del regreso pero, por sobre todo, que el mundo entero está
dispuesto a darle a Goku su energía una vez más para formar la Genki Dama más
grande de todas y que pocas cosas en este universo son tan fuertes como un
Super Saiyajin. El éxito que ya ha generado está cinta a nivel mundial (aunque
se descanse en expectativas y nostalgias), ha activado varias alarmas para contestar
la pregunta de si el mundo todavía quiere ver a los guerreros Z. El niño que
llevamos dentro reclama el regreso de Toriyama a nuestras vidas, y eso se
refleja en las repercusiones que ha tenido esta película, donde decimos
“gracias por haber hecho de nuestra infancia un lugar inolvidable”.
Lo mejor todavía está por
venir en el eco del Kame Hame Ha que
tanto extrañábamos.
Salud.
Ignacio Viera (publicada originalmente en el blog Kabuki Salad)
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sábado, 14 de septiembre de 2013
Superman & Batman
"En los
próximos años, en todos tus momentos de intimidad, quiero que recuerdes mi mano
en tu garganta. Quiero que recuerdes al hombre que te venció".
Estas fueron las
palabras citadas por Harry Lennix durante la última Comic-Con. Acto seguido, la
pantalla mostraba el emblema del Hombre de Acero con la silueta del murciélago
detrás, mientras los fanáticos estallaban en gritos ante la noticia que todos
deseaban, pero ninguna imagina aún: ¡Batman y Superman compartirán la gran pantalla!
Ya es oficial.
Algunos se preguntan si no es demasiado pronto para el primer crossover de DC,
pero no, no lo es, al contrario… ya era hora.
Así como Marvel
sembró el terreno para desembocar en The Avengers, la cual promete ser la saga
más importante y mejor lograda de la compañía (ya con un gran punta pie
inicial), DC se cansó de esperar.
Este no solamente
será el debut de dos grandes en un mismo contexto, sino que también será uno de
los ingredientes más importantes de la futura Liga de la Justicia, la cual
llegará tarde o temprano.
Con las palabras
citadas durante este evento, quedaron en claro dos cosas: Frank Miller será una
de las referencias principales y estos dos superhéroes se enfrentarán durante
la cinta. Aunque no hay que olvidar que esta va a ser una nueva película de
Superman, por lo que el murciélago será un invitado de lujo y no el caballero
protagonista. Las conjeturas e ideas sobre la trama son muchas y, al fin de
cuentas, hasta que no se revelen nuevos datos, no hay más que esperar.
Personalmente no
me enloqueció “El Hombre de Acero”, aunque la “mejor” de Kal-El hasta la fecha,
eso tampoco dice demasiado, por lo que a mi entender el futuro crossover
(aunque deseado) se vuelve necesario. Cada película de Superman le es más peligrosa
que la cryptonita.
No es
descabellado pensar en la incursión de Luthor y una postura del murciégalo como
un justiciero más radical y extremo que el Hombre de Acero. Razón por la cual
se enfrentarían, para así poder culminar en una alianza y dejar la puerta
abierta a futuras amenazas que requieran del reclutamiento de nuevos héroes
para formar la Liga. En realidad todo esto parece obvio, no sería la primera
vez que veríamos esa relación amor-odio entre los dos personajes. Por lo que
hay puntos sumamente predecibles sobre lo que se viene, pero todo el desarrollo
es un misterio todavía, y un peligro inminente en caso de fracasar en la
taquilla.
La verdad que
cuando escuché esta noticia quedé fascinado como muchos, y descarté casi
inmediatamente la posibilidad de que Christian Bale vuelva a vestir la capa,
aunque me gustaría, pero no esperaba la noticia que inundaría la web de nerds
iracundos: el nuevo Batman será Ben Affleck.
Ahora sería un
buen momento para unirme a las protestar y comenzar a tirar batiboomerangs
llenos de mierda, pero no, al contrario, he decido esperar. No me gusta
Affleck, es un tema personal supongo, o de “piel” digamos, pero pareciera que
nadie recuerda cuando anunciaron que aquel cowboy de nombre Heath Ledger, que
andaba a los besos con otro cobwoy en un granero iba a ser el nuevo Joker.
Sin embargo, en
mi opinión, Ledger era un actor cuyas capas aún no habían sido peladas del
todo. Podríamos decir que precisaba una buena oportunidad, mientras que con el
futuro Batman, siento que ya ha demostrado lo que puede y no lo veo vistiendo
de negro ni como un Bruno Diaz convincente.
Ya lo hemos visto
interpretando a Daredevil y no hace falta decir mucho más. No se trata aquí de
tirar mierda, pero sinceramente, la complejidad que requiere hoy día el
multimillonario Díaz, con todos sus matices y demonios, no es algo que vea en
la cara de Ben Affleck. Ojala me equivoque, y a miedo de adelantarme en
conclusiones erróneas, como dije… prefiero esperar. Prefiero esperar a que Warner
muestre alguna imagen oficial de lo que se viene, pero deberían tomar más en
cuenta la opinión de los fanáticos, navegar en la web y escuchar. Más allá del
éxito o no, ha quedado en claro de que el mundo no quiere a Affleck como el
futuro Batman, pero los fans se han equivocado en el pasado.
Entre los
candidatos propuestos en infinidades de foros, optaría por Karl Urban, a quien
ya le vimos el mentón durante Dredd y si le sacamos el casco (cosa que no hizo
durante la película y agradecemos) y le colocamos el murciélago arriba,
parecería funcionar. Sin mencionar que es un actor que tiene mucho más para dar
todavía de lo que hemos visto.
Podríamos
extendernos y enojarnos durante horas, pero no tiene sentido. El resultado
final escapa de nuestras manos. Todos quieren que esto funcione, pero
aparentemente, Warner no repara en las opiniones de los fanáticos y parecieran
olvidar el estigma de Superman en el cine, en un momento en el cual el
murciélago equivocado podría acarrear resultados catastróficos.
Ojalá, por el
bien de todos, esperemos que Ben Affleck sea un Batman de puta madre.
Ignacio Viera
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