miércoles, 24 de abril de 2013

Fantasías finales, derrotas y filisteos occidentales.



Final Fantasy: The Spirits Within. Hironobu Sakaguchi y Moto Sakakibara (dirección), Al Reinert y Jeff Vintar (guión). Japón, Estados Unidos, 2001.

 
El pasaje de los videojuegos al cine ha sido un viaje repleto de baches. Comenzó por los noventas, cuando las franquicias reclamaban a gritos ser llevadas a la gran pantalla. Sin embargo, esta relación era muy nueva e incierta, en cuanto a un enfoque a tomar para apelar a un público con el cual el cine aún no había tratado: los gamers.
El primer lustro de los 90s podría considerarse como un período de experimentación dentro de este terreno. Hollywood buscó rescatar las franquicias más conocidas de occidente con pésimos resultados. Optando por la popularidad más que por el contenido, sufrimos la adaptación de Mario Bros, Double Dragon y la triste despedida de Raul Julia como el general M. Bison, en una clara demostración de la falta yanqui por adaptarse a los moldes originales. No hay mejor ejemplo de esto que el protagónico de Jean Claude Van Damme en Street Fighter. El mundo de los videojuegos sabía de memoria el rol y lugar que había ocupado esta saga, conocían sus personajes e historias, pero USA no iba a permitir que un asiático como Ryu tomara el volante, por lo que optaron por Guille, el marine rubio musculoso con la bandera estrellada en el brazo, decepcionando a sus fans. Con este fracaso, podemos tomar esta película como el primer ejemplo a no seguir y de aquí, un refreshment que vendría con años posteriores.
Para el año 95, Paul Anderson dirige Mortal Kombat, dejando una muestra de que es posible hacer un cine “decente” basándose en los videojuegos. Aunque aún lleno de problemas, pero apelando en mayor medida a los jugadores y no una necesidad de atraer distintos sectores de audiencia. Para fines del siglo XX, el mundo del cómic aporta un empujón indirecto a los videojuegos. X-Men marcaría las pautas para un mundo que abrazaría lo verosímil por encima de la fidelidad y los diseños, al mismo tiempo que despertaba un nuevo interés en las adaptaciones gamers tras los desaciertos de principio de década. Está claro que lo “verosímil por encima de la fidelidad y los diseños” es sumamente discutible en casos aislados, pero atrás quedaron el Hombre Araña de Nicholas Hammond, fofo y encorvado, cuya tela juraría era la misma con la que el muchacho del delivery me traía atado el paquete de pizza. Los viejos Cuatro Fantásticos, o el Capitán América con su traje deshilachándose escena tras escena, o el Mecha-Spiderman que conocimos gracias a la “maravillosa” Internet. Para comienzos del siglo XXI, estos mundos (cómics y videojuegos) habían adquirido un nuevo potencial y audiencia, producto de todo este proceso y avance tecnológico que desemboca (hasta la fecha) en su zenit más conocido como “la trilogía del caballero de la noche” de Nolan.
No quiero alejarme demasiado del núcleo de esta reseña, pero me resulta interesante el menage a troi entre el cine, los cómics y videojuegos. Son pocos los casos de excelencia entre el pasaje de un medio a otro. Todo pareciera indicar que las “libertades” tomadas otorgan malos resultados. Sin embargo hay casos, como el de la trilogía de El Señor de los Anillos, que no solo cuenta con una de las mejores adaptaciones de la literatura al cine, sino que también, tomando estas películas (y no los libros) como molde, han resultado en una seguidilla de “buenos” videojuegos, cuando es sabido de memoria para los gamers que “los videojuegos con licencias tienden a ser malos”. Por lo que si existe una forma de hacer bien las cosas.
En el 2001 llegaba a las salas Final Fantasy: El espíritu en nosotros. La cual es un excelente caso de desmembramiento en pos de apelar más allá del público ya establecido y, por ende, conquistar el mercado americano mutilando (en gran parte) lo que le dio valor a la saga en primer lugar.
En los 80s la compañía Squaresoft se encontraba en vías de irse a la quiebra. Sus videojuegos no eran de lo peor, pero poco trascendentes para lo que se venía. Por lo que optaron por arriesgar todo en un último juego. Este podría ser un nuevo día para la empresa, o el final de la misma. Bajo esta ironía nace la “Fantasía Final”, tomando el molde de los RPGde combate por turnos, cuando todavía este género gateaba.
Hace falta únicamente googlear la palabra “Final Fantasy” para descubrir la trascendencia y el fanatismo que ha generado a través de las décadas. Sus mundos han surcado los motivos medievales, el cyber y steampunk, bajo un halo de magia y fantasía con una estética digna de un análisis aparte.
Sin embargo una de las cualidades más interesantes de esta saga, es su falta de continuidad cronológica o terrenal siquiera. Cada juego es un mundo aparte, con sus personajes e historias que rara vez se entrelazan. Hago hincapié en esto, ya que a la hora de llevarlo a la gran pantalla, esta “irregularidad” debería de otorgar un campo más amplio para dejar de lado las ataduras, por lo que se nos plantearían (como en cada videojuego) nuevas historias y mundos. Aún con esta libertad, la película estrenada en el 2001 falla rotundamente en su propio cosmos.
Es importante mencionar la expectativa generada previa al estreno. Para esta fecha, la saga contaba ya con su décima entrega (considerada por muchos gamers como el último gran logro de la franquicia), por lo que la fiebre estaba elevada y las ganas sobraban.
Final Fantasy debería haber sido algo gigantesco. Una película animada con técnicas de vanguardia que prometía ser la primera de muchas. Lamentablemente optaron por atacar una audiencia más global, bajando a tierra todo lo “fantástico” de la serie.
Irónicamente la “verosimilitud” tan apreciada hoy día en las adaptaciones, jugó en contra para con este film. Si bien algunos puntos se rescatan, como el concepto de Gaia ya tratado en los videojuegos, el resto resulta sumamente repetitivo.
Es aquí donde la necesidad de conquistar el mercado americano termina por destruir toda promesa. No hay universos paralelos ni nuevos mundos. La película transcurre en nuestro planeta, con la ciudad de Nueva York como protagonista. Estos dos puntos ya arruinan toda la premisa. No tengo intenciones de detenerme en sus personajes o desarrollos, que claramente carecen del encanto esperado, sino que todo el paquete no pertenece a lo que el mundo ya conocía. Aquí no hay fantasía sino pura ciencia ficción. Lo cual no es terrible, pero no hace justicia a su título y como un film de este género, tampoco consigue demasiado. Todo resulta olvidable.
Principalmente la estética de esta película me resulta cansadora y aburrida. Quienes conocen los juegos saben el trabajo de arte y diseño que conllevan cada uno, aunque pareciera que se descansaron en esto a la hora de pasarlo al celuloide. Todo se asemeja más a una taza de Matrix con unas cucharadas de Alien (perdón Giger, soy un blasfemo), lo cual podría funcionar en cualquier otra cinta menos esta.
Lo más interesante es que el director de este film es Hironobu Sakaguchi, el mismo creador de la serie. No entiendo que sucedió durante el proceso de creación, pero obviamente estaba fumando otra cosa mejor cuando diseño los juegos.
Personalmente me resulta una lástima. Como conocedor de la saga esperaba mucho más de esta película, y podría detenerme a señalar más puntos flojos pero, desde la posición de un gamer, es obvio que la panorámica no pertenece y no puedo recomendarla a nadie que quiera involucrarse con esta serie.
Al fin de cuentas, el mensaje de la película trasciende su trama. Lo que nos deja es otro ejemplo que pone sobre la mesa el debate sobre los límites de la “fidelidad” y la “libertad” a la hora de una adaptación. Lamentablemente esta película abusa de esa “libertad” llevándola a una “transformación”, donde la “fidelidad” se presenta en pequeños guiños. No de casualidad, Square Pictures cerró sus puertas tras este film.
Lo mejor que pueden hacer (si no les interesan los videojuegos) es acercarse a la música y diseños de Final Fantasy. Sus soundtracks orquestales y las ilustraciones de Yoshitaka Amano (el mismo de Vampire Hunter D) son excelentes. Desde músicos, diseñadores de moda, dibujantes, fotógrafos, escritores o quien sea recurra a la creatividad, puede descansar unos instantes en esta gran saga y tal vez llevarse algo para casa. 

Ignacio Viera

1 comentario:

  1. No conozco la saga de juegos. Vi la película sin siquiera saber de qué se trataba. El guión me pareció tontísimo pero tiene imágenes que atraen. Siempre me pareció que era una película excelente para verla sin audio y escuchando Dark side of the Moon o algo así.

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