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El pasaje de los
videojuegos al cine ha sido un viaje repleto de baches. Comenzó por los
noventas, cuando las franquicias reclamaban a gritos ser llevadas a la gran
pantalla. Sin embargo, esta relación era muy nueva e incierta, en cuanto a un
enfoque a tomar para apelar a un público con el cual el cine aún no había
tratado: los gamers.
El primer lustro
de los 90s podría considerarse como un período de experimentación dentro de
este terreno. Hollywood buscó rescatar las franquicias más conocidas de
occidente con pésimos resultados. Optando por la popularidad más que por el
contenido, sufrimos la adaptación de Mario Bros, Double Dragon y la triste despedida
de Raul Julia como el general M. Bison, en una clara demostración de la falta
yanqui por adaptarse a los moldes originales. No hay mejor ejemplo de esto que
el protagónico de Jean Claude Van Damme en Street Fighter. El mundo de los
videojuegos sabía de memoria el rol y lugar que había ocupado esta saga,
conocían sus personajes e historias, pero USA no iba a permitir que un asiático
como Ryu tomara el volante, por lo que optaron por Guille, el marine rubio
musculoso con la bandera estrellada en el brazo, decepcionando a sus fans. Con este
fracaso, podemos tomar esta película como el primer ejemplo a no seguir y de
aquí, un refreshment que vendría con
años posteriores.
Para el año 95,
Paul Anderson dirige Mortal Kombat, dejando una muestra de que es posible hacer
un cine “decente” basándose en los videojuegos. Aunque aún lleno de problemas,
pero apelando en mayor medida a los jugadores y no una necesidad de atraer
distintos sectores de audiencia. Para fines del siglo XX, el mundo del cómic
aporta un empujón indirecto a los videojuegos. X-Men marcaría las pautas para
un mundo que abrazaría lo verosímil por encima de la fidelidad y los diseños,
al mismo tiempo que despertaba un nuevo interés en las adaptaciones gamers tras los desaciertos de principio
de década. Está claro que lo “verosímil por encima de la fidelidad y los
diseños” es sumamente discutible en casos aislados, pero atrás quedaron el
Hombre Araña de Nicholas Hammond, fofo y encorvado, cuya tela juraría era la
misma con la que el muchacho del delivery
me traía atado el paquete de pizza. Los viejos Cuatro Fantásticos, o el Capitán
América con su traje deshilachándose escena tras escena, o el Mecha-Spiderman que conocimos gracias a
la “maravillosa” Internet. Para comienzos del siglo XXI, estos mundos (cómics y
videojuegos) habían adquirido un nuevo potencial y audiencia, producto de todo
este proceso y avance tecnológico que desemboca (hasta la fecha) en su zenit
más conocido como “la trilogía del caballero de la noche” de Nolan.
No quiero
alejarme demasiado del núcleo de esta reseña, pero me resulta interesante el menage a troi entre el cine, los cómics
y videojuegos. Son pocos los casos de excelencia entre el pasaje de un medio a
otro. Todo pareciera indicar que las “libertades” tomadas otorgan malos
resultados. Sin embargo hay casos, como el de la trilogía de El Señor de los
Anillos, que no solo cuenta con una de las mejores adaptaciones de la
literatura al cine, sino que también, tomando estas películas (y no los libros)
como molde, han resultado en una seguidilla de “buenos” videojuegos, cuando es
sabido de memoria para los gamers que
“los videojuegos con licencias tienden a ser malos”. Por lo que si existe una
forma de hacer bien las cosas.
En el 2001
llegaba a las salas Final Fantasy: El espíritu en nosotros. La cual es un
excelente caso de desmembramiento en pos de apelar más allá del público ya
establecido y, por ende, conquistar el mercado americano mutilando (en gran
parte) lo que le dio valor a la saga en primer lugar.
En los 80s la
compañía Squaresoft se encontraba en vías de irse a la quiebra. Sus videojuegos
no eran de lo peor, pero poco trascendentes para lo que se venía. Por lo que
optaron por arriesgar todo en un último juego. Este podría ser un nuevo día
para la empresa, o el final de la misma. Bajo esta ironía nace la “Fantasía
Final”, tomando el molde de los RPGde combate por turnos, cuando todavía este
género gateaba.
Hace falta
únicamente googlear la palabra “Final
Fantasy” para descubrir la trascendencia y el fanatismo que ha generado a
través de las décadas. Sus mundos han surcado los motivos medievales, el cyber y steampunk, bajo un halo de magia y fantasía con una estética digna
de un análisis aparte.
Sin embargo una
de las cualidades más interesantes de esta saga, es su falta de continuidad
cronológica o terrenal siquiera. Cada juego es un mundo aparte, con sus
personajes e historias que rara vez se entrelazan. Hago hincapié en esto, ya
que a la hora de llevarlo a la gran pantalla, esta “irregularidad” debería de
otorgar un campo más amplio para dejar de lado las ataduras, por lo que se nos
plantearían (como en cada videojuego) nuevas historias y mundos. Aún con esta
libertad, la película estrenada en el 2001 falla rotundamente en su propio
cosmos.
Es importante
mencionar la expectativa generada previa al estreno. Para esta fecha, la saga
contaba ya con su décima entrega (considerada por muchos gamers como el último gran logro de la franquicia), por lo que la
fiebre estaba elevada y las ganas sobraban.
Final Fantasy
debería haber sido algo gigantesco. Una película animada con técnicas de
vanguardia que prometía ser la primera de muchas. Lamentablemente optaron por
atacar una audiencia más global, bajando a tierra todo lo “fantástico” de la
serie.
Irónicamente la “verosimilitud”
tan apreciada hoy día en las adaptaciones, jugó en contra para con este film.
Si bien algunos puntos se rescatan, como el concepto de Gaia ya tratado en los
videojuegos, el resto resulta sumamente repetitivo.
Es aquí donde la
necesidad de conquistar el mercado americano termina por destruir toda promesa.
No hay universos paralelos ni nuevos mundos. La película transcurre en nuestro
planeta, con la ciudad de Nueva York como protagonista. Estos dos puntos ya
arruinan toda la premisa. No tengo intenciones de detenerme en sus personajes o
desarrollos, que claramente carecen del encanto esperado, sino que todo el
paquete no pertenece a lo que el mundo ya conocía. Aquí no hay fantasía sino
pura ciencia ficción. Lo cual no es terrible, pero no hace justicia a su título
y como un film de este género, tampoco consigue demasiado. Todo resulta
olvidable.
Principalmente la
estética de esta película me resulta cansadora y aburrida. Quienes conocen los
juegos saben el trabajo de arte y diseño que conllevan cada uno, aunque
pareciera que se descansaron en esto a la hora de pasarlo al celuloide. Todo se
asemeja más a una taza de Matrix con unas cucharadas de Alien (perdón Giger, soy
un blasfemo), lo cual podría funcionar en cualquier otra cinta menos esta.
Lo más
interesante es que el director de este film es Hironobu Sakaguchi, el mismo
creador de la serie. No entiendo que sucedió durante el proceso de creación, pero
obviamente estaba fumando otra cosa mejor cuando diseño los juegos.
Personalmente me
resulta una lástima. Como conocedor de la saga esperaba mucho más de esta
película, y podría detenerme a señalar más puntos flojos pero, desde la
posición de un gamer, es obvio que la
panorámica no pertenece y no puedo recomendarla a nadie que quiera involucrarse
con esta serie.
Al fin de
cuentas, el mensaje de la película trasciende su trama. Lo que nos deja es otro
ejemplo que pone sobre la mesa el debate sobre los límites de la “fidelidad” y
la “libertad” a la hora de una adaptación. Lamentablemente esta película abusa
de esa “libertad” llevándola a una “transformación”, donde la “fidelidad” se
presenta en pequeños guiños. No de casualidad, Square Pictures cerró sus
puertas tras este film.
Lo mejor que
pueden hacer (si no les interesan los videojuegos) es acercarse a la música y
diseños de Final Fantasy. Sus soundtracks
orquestales y las ilustraciones de Yoshitaka Amano (el mismo de Vampire Hunter
D) son excelentes. Desde músicos, diseñadores de moda, dibujantes, fotógrafos,
escritores o quien sea recurra a la creatividad, puede descansar unos instantes
en esta gran saga y tal vez llevarse algo para casa.
Ignacio Viera
Ignacio Viera
No conozco la saga de juegos. Vi la película sin siquiera saber de qué se trataba. El guión me pareció tontísimo pero tiene imágenes que atraen. Siempre me pareció que era una película excelente para verla sin audio y escuchando Dark side of the Moon o algo así.
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