Comencemos por lo
más obvio: esta es la mejor película de Superman hasta la fecha. Sucede que
esto tampoco dice demasiado. Si recapitulamos, las viejas películas de fines de
los 70s han alcanzado un estado épico no del todo justificado, aunque podríamos
decir que se debe a un gran reparto y esa idea de que “nunca habrá un Superman
como Christopher Reeve”; otra premisa muy cuestionable. También producto de ese
estado de “pseudo mártir “del actor que supo volar y terminó sus días sin poder
caminar.
“The Man of
Steel” se aleja del mundo cinéfilo establecido para este personaje, y esto es
uno de sus mejores puntos. A diferencia de “Superman Returns” (2006) que
funciona como un tributo constante (hasta el punto de utilizar material de
archivo con Marlon Brando) de lo ya conocido para una nueva generación que no
consiguió cautivar; quizás también como una oportunidad a no dejar pasar después
del éxito de “Batman Begins” un año antes, pero de todas formas no fue
suficiente.
Tras las reglas
establecidas después de la trilogía del Batman de Nolan, esta película apunta a
una cinta de ciencia ficción por encima de las fórmulas básicas del superhéroe.
Lo cual resulta más convincente y, hasta podríamos pensar, la fórmula más obvia
y necesaria para llevar a este personaje a la gran pantalla.
Podríamos dividir
esta cinta en dos partes: “El Hombre de Acero” y “Superman”.
La primera abraca
toda la parte más verosímil y desarrollada en cuanto a contexto y personajes se
refiere. Vemos un Krypton mucho más trabajado en cuanto a su orden, tecnología
y geografía. Es una mirada más orgánica, donde conviven diferentes especies
animales y un sistema de castas de nacimientos controlados con una
reminiscencia a “Ghost in the Shell” (Si, si, nada de “Matrix” aunque quédense
tranquilos que hay dos personajes que reconocerán). La inminente destrucción de
este planeta es producto del abuso de los recursos naturales y podemos ver que
la falta de acción de los kryptonianos se debe también al escepticismo y un
sistema burocrático tedioso. Nada de
esto es nuevo (ni para Superman, ni para la ciencia ficción) pero está muy bien
plasmado y aporta al conjunto sin caer en una sobredosis de información. Personalmente la estética kryptoniana me
resultó más un cúmulo de influencias a un concepto original. Si pudiese haber
visto más arena que formaciones rocosas, juraría que estaba viendo un remake de
“Dune”.
“El Hombre de Acero”
continúa desarrollando el personaje de Clark mediante la utilización de flashbacks. Esto está bien y funciona.
Resaltando la disyuntiva del “hombre que un día cambiará el mundo” y la
capacidad de aceptación y confianza por parte de la humanidad; con un Kevin
Costner que remite a un tío Ben recto y sacrificado que solo le faltó decir
“con un gran poder viene una gran responsabilidad”. Esta comparación podría
sonar despectiva, pero todo lo contrario. Jonathan Kent se presenta como un
modelo de moralidad y rectitud cansada, que al mismo tiempo denota una persona
que se ve superada de a momentos por toda su situación y trata de funcionar
como guía de la mejor manera que puede y sabe.
Por otra parte, Jor-El (Russel Crowe) aporta la otra cara paterna que, aunque
deja en claro el amor por su hijo, nunca descansa en la figura típica del padre
que busca en su hijo “ser mejor de lo que él fue”, sino que apunta a un bien
mayor por la continuidad de su pueblo y el método “correcto” de proceder y la
responsabilidad de Kal-El más allá de una búsqueda de individualidad y libertad
personal.
Mientras tanto,
Martha Kent (Diane Lane), funciona como un cable a tierra. Una de las pocas
imágenes humanas que mantienen a Clark “terrestre” al mejor estilo “nadie se
atreva a tocar a mi vieja” (cuando le da una paliza a Zod al son de “¿Cómo te
atreves a amenazar a mi madre?” sonaba el tema del Carpo en mi cabeza, perdón,
lo tenía que decir).
Todo el aspecto
familiar del protagonista, aporta distintos puntos y miradas que denotan la
fragilidad de estas personas, pero todas convergen en la responsabilidad y la
rectitud, por lo que enriquece y humaniza a Clark para comprender sus formas de
proceder y hacer todo el conjunto más verosímil.
El General Zod es
la otra cara de todo este aspecto. Es el reflejo más maquiavélico y
comprensible de la cara del mal. Sucede que tampoco podemos hablar de un
“villano” o “malvado”, sino más bien de un radical, de un tipo formado en la
guerra y el sacrificio que no repara (a diferencia de Jor-El) en los aspectos
morales para con la continuidad de los kryptonianos. Uno de los aspectos más
destacables (en lo personal) es el abismo que separa al padre del Clark con el
General Zod. Si bien, ambos apuntan hacia el mismo lado, sus contextos y formas
claramente diferenciados enriquecen las dos partes sin necesidad de agregar más
minutos a la cinta. Al fin de cuentas, todos los personajes (familiares y
alienígenas) en torno a Clark funcionan para el crecimiento del personaje sin
nunca llegar a cansarnos. Es un buen ejemplo de cómo deberían funcionar los
personajes secundarios.
Otro punto,
quizás el más discutible de todos, es la “nueva” Luisa Lane. Personalmente me
gustó, pero más por su función de alejamiento de la fórmula básica y
estereotipada. Se asemeja más a una Lara Croft o una co-protagonista de film de
Indiana Jones, lo cual no está mal para marcar una especie de power girl del siglo XXI diferenciada de
la “pobrecita que precisa que la recaten”. Sin embargo, en algunos aspectos,
este alejamiento pareciera ajeno a toda la fórmula, haciéndole falta un toque
más de elegancia y buena pinta. Seamos sinceros, para la facha que tiene
Superman, los primero planos dejan en claro que Luisa le saca una década de
ventaja y que, entre escenas, probablemente se escondía a comerse una cheeseburger.
Después de la
primera parte, con la llegada a la Tierra del General Zod, nos apartamos de “El
Hombre de Acero” y comienza “Superman”; un despliegue de efectos especiales al
estilo “Transformers 3”, un “veamos que tan épico podemos hacer todo esto”
apuntando principalmente al entretenimiento. Nos volvemos más bagalleros,
impresionables y agradecemos haber comprado el pop extra grande. No tiene nada
de malo y funciona… ¡Es Superman! Todos esperamos este momento. Sin embargo el
quiebre que se genera entre todo el desarrollo de la primera parte y la
sobredosis de acción de la segunda, es un poco brusco para mi gusto. Esto no
hace que decaiga la película ni mucho menos, pero su aspecto blockbuster se vuelve sumamente evidente
y debemos comenzar a digerir los cheesy one
liners de los cuales veníamos escapando. Esto, para mí, fue una de las
pocas decepciones del film. Si bien Jor-El y Jonathan Kent son un despliegue de
monólogos elegantes, predecibles y correctos, tiene un finalidad que funciona
para todo el conjunto. Mientras frases como:”Dicen que después del primer beso
todo va cuesta abajo” (tras el primer beso entre Clark y Luisa) nos hacen
gritar: ¡No había necesidad!
Uno de los
elementos de la fórmula “cine de superhéroes verosímil” a la cual nos hemos
acostumbrado, radica en esconder o disimular los clichés típicos del
género. En este caso en particular, la
ciencia ficción de “El Hombre de Acero” con el cine de super héroes de
“Superman” se vuelve más evidente por culpa de estos pequeños tropiezos.
Sin embargo esto
no nubla la superestructura de un film bien hecho, que sienta las bases para
una nueva franquicia que tiene cosas por mejorar, pero que ha dejado en claro
que Superman se ha ganado una nueva oportunidad en el mundo del cine.
Ignacio Viera
No hay comentarios:
Publicar un comentario