domingo, 11 de agosto de 2013

El vengador del futuro



Total Recall. Len Wiseman (director), Kurt Wimmer y Mark Bomback (guión). EEUU, 2012.


Digamos las cosas como son. Los remakes, el 99% de las veces, apestan. Son basura poco imaginativa hecha para hacer plata y reciclar una idea que ya funcionó, para un público nuevo. En algunos casos lindan con lo criminal, y rebajan a buenas películas a la categoría de basura idiota de la peor calaña. En general estoy en contra de la pena de muerte, pero la aceptaría con gusto para los que hicieron los remakes de Rollerball (John McTiernan, 2002) y El planeta de los simios (Tim Burton, 2001). Ya critiqué a las mismas hace mucho en Días Extraños #1. Mención aparte, por lo particularmente insultante que resultó para los amantes del género, merece Solaris (Steven Soderbergh, 2002).

Sin embargo, la nueva versión de Total RecallEl vengador del futuro como se la conoce en español (si alguien puede explicarme porqué…) me gustó. No me gustó más que la original, Total Recall (Paul Verhoeven, 1990), pero me dio la impresión que ver una nueva versión, con algunas diferencias de estilo y en la historia, valió la pena.

En primer lugar, el conflicto central de la historia pasa de ser Marte/Tierra a Imperio (The United Federation of Britain, para ser precisos)/Colonia. Esto hace el conflicto más cercano a las problemáticas de la humanidad en los últimos 3 siglos (si bien en la película media un evento apocalíptico), genera un ambiente por momentos más opresivo que bajo un domo y al manejo político-mediático que no tiene nada que envidiar a la “guerra contra el terror” de ya saben quien. Como en todo, se gana y se pierde, en la versión anterior había una crítica muy interesante a las megacorporaciones, esta es más un producto post 9/11 y post aceleración de la “granhermanización” del gobierno de EEUU.

Muchos puntos a favor se los lleva el diseño de la ciudad - bladerunneresca desde lo macro a lo micro - en que vive Douglas Quaid/Carl Hauser. Otros tanto se los lleva el diseño realmente impresionante de una Londres futurista y de una “no-zone” semi derruida y contaminada (de este último tipo ya hemos visto diseños más impresionantes con mucho menos). Y el contraste entre Londres y “la colonia” queda aún mejor. Es casi como caminar por Londres y… digamos… Montevideo… digamos… bueno… hoy mismo.

Como se sabe (esto sólo puede ser un spoiler para muy pocos), la esposa de  Quaid/Hauser es una agente puesta para espiarlo. Pero en esta nueva versión el personaje de Kate Beckinsale, es además quien lidera la persecución luego de la visita a Rekall (en la otra era el duro de Michael Ironside). ¿Un signo del cambio de la imagen de la mujer en el cine de este siglo? ¿O una más de la moda de personajes femeninos “bad-ass”? Como prefieran. Aunque ya en la versión anterior estaba el personaje de Melina (Rachel Ticotin en aquella, Jessica Biel acá) que repartía unas cuantas patadas en el orto. También hay unos cuantos personajes afroamericanos y de origen asiático para cumplir con la cuota de corrección política y para ampliar mercados, supongo.

Salen de escena los “mutantes” (¿en el futuro será políticamente correcto meter dos o tres mutantes por película?) Pero no se preocupen: está la puta de tres tetas; los clásicos no pasan de moda. También hay detalles nuevos, como los billetes de dólar con la cara de Obama.

Los mutantes jugaban un papel central en la primera versión, casi como que eran una facción rebelde, además de los poderes de Kuato. Aquí no aparecen y todo el asunto de Kuato se resuelve en términos tecnológicos; cosa que yo personalmente agradezco.

También es interesante cómo presentan a la empresa Rekall, como un servicio legal (hay avisos por todos lados) pero medio “under”. Algo así como la fábrica de ojos biotecnológicos de Chew en Blade Runner, que era una especie de relojería antigua manejada por el dueño jubilado casi como un hobby, pero con tecnología de punta.

El ritmo impresionante de la película, - impresionante incluso en comparación con la anterior versión que ya lo tenía-, está bien detenido para la escena, central en toda la película (y ni que hablar, la más dickeana), en la que se cuestiona la realidad de toda la aventura. ¿Está Quaid todavía sentado en el sillón de Rekall, “creyendo” que anda a los tiros con medio mundo? La escena está bien resuelta. No alcanza el nivel de genialidad de la película anterior, en la que la escena era memorable (de hecho la película bien podía terminar ahí), pero está muy bien y, obviamente, introduce variantes respecto de la predecesora. Tal vez entusiasmados de más con una escena tan inteligente en una película “mainstream” actual, en el Director´s Cut, dejan un final abierto que va en el mismo sentido: ¿sueño o realidad? Y… that is the question (y la metáfora), ¿no?

Victor Raggio

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