Digamos las cosas como son. Los remakes, el
99% de las veces, apestan. Son basura poco imaginativa hecha para hacer plata y
reciclar una idea que ya funcionó, para un público nuevo. En algunos casos
lindan con lo criminal, y rebajan a buenas películas a la categoría de basura
idiota de la peor calaña. En general estoy en contra de la pena de muerte, pero
la aceptaría con gusto para los que hicieron los remakes de Rollerball (John
McTiernan, 2002) y El planeta de los simios (Tim Burton, 2001). Ya critiqué a
las mismas hace mucho en Días Extraños #1. Mención aparte, por lo
particularmente insultante que resultó para los amantes del género, merece
Solaris (Steven Soderbergh, 2002).
Sin embargo, la nueva versión de Total
Recall, El vengador del futuro como se la conoce en español (si alguien
puede explicarme porqué…) me gustó. No me gustó más que la original, Total
Recall (Paul Verhoeven, 1990), pero me dio la impresión que ver una nueva versión,
con algunas diferencias de estilo y en la historia, valió la pena.
En primer lugar, el conflicto central de la
historia pasa de ser Marte/Tierra a Imperio (The United Federation of Britain,
para ser precisos)/Colonia. Esto hace el conflicto más cercano a las
problemáticas de la humanidad en los últimos 3 siglos (si bien en la película
media un evento apocalíptico), genera un ambiente por momentos más opresivo que
bajo un domo y al manejo político-mediático que no tiene nada que envidiar a la
“guerra contra el terror” de ya saben quien. Como en todo, se gana y se pierde,
en la versión anterior había una crítica muy interesante a las
megacorporaciones, esta es más un producto post 9/11 y post aceleración de la
“granhermanización” del gobierno de EEUU.
Muchos puntos a favor se los lleva el diseño
de la ciudad - bladerunneresca desde lo macro a lo micro - en que vive Douglas
Quaid/Carl Hauser. Otros tanto se los lleva el diseño realmente impresionante
de una Londres futurista y de una “no-zone” semi derruida y contaminada (de
este último tipo ya hemos visto diseños más impresionantes con mucho menos). Y
el contraste entre Londres y “la colonia” queda aún mejor. Es casi como caminar
por Londres y… digamos… Montevideo… digamos… bueno… hoy mismo.
Como se sabe (esto sólo puede ser un spoiler
para muy pocos), la esposa de
Quaid/Hauser es una agente puesta para espiarlo. Pero en esta nueva
versión el personaje de Kate Beckinsale, es además quien lidera la persecución
luego de la visita a Rekall (en la otra era el duro de Michael Ironside). ¿Un
signo del cambio de la imagen de la mujer en el cine de este siglo? ¿O una más
de la moda de personajes femeninos “bad-ass”? Como prefieran. Aunque ya en la
versión anterior estaba el personaje de Melina (Rachel Ticotin en aquella,
Jessica Biel acá) que repartía unas cuantas patadas en el orto. También hay
unos cuantos personajes afroamericanos y de origen asiático para cumplir con la
cuota de corrección política y para ampliar mercados, supongo.
Salen de escena los “mutantes” (¿en el futuro
será políticamente correcto meter dos o tres mutantes por película?) Pero no se
preocupen: está la puta de tres tetas; los clásicos no pasan de moda. También
hay detalles nuevos, como los billetes de dólar con la cara de Obama.
Los mutantes jugaban un papel central en la
primera versión, casi como que eran una facción rebelde, además de los poderes
de Kuato. Aquí no aparecen y todo el asunto de Kuato se resuelve en términos
tecnológicos; cosa que yo personalmente agradezco.
También es interesante cómo presentan a la
empresa Rekall, como un servicio legal (hay avisos por todos lados) pero medio
“under”. Algo así como la fábrica de ojos biotecnológicos de Chew en Blade
Runner, que era una especie de relojería antigua manejada por el dueño jubilado
casi como un hobby, pero con tecnología de punta.
El ritmo impresionante de la película, -
impresionante incluso en comparación con la anterior versión que ya lo tenía-,
está bien detenido para la escena, central en toda la película (y ni que hablar,
la más dickeana), en la que se cuestiona la realidad de toda la aventura. ¿Está
Quaid todavía sentado en el sillón de Rekall, “creyendo” que anda a los tiros
con medio mundo? La escena está bien resuelta. No alcanza el nivel de
genialidad de la película anterior, en la que la escena era memorable (de hecho
la película bien podía terminar ahí), pero está muy bien y, obviamente,
introduce variantes respecto de la predecesora. Tal vez entusiasmados de más
con una escena tan inteligente en una película “mainstream” actual, en el
Director´s Cut, dejan un final abierto que va en el mismo sentido: ¿sueño o
realidad? Y… that is the question (y la metáfora), ¿no?
Victor Raggio
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